Son muchos los que creen en Jesús; sin embargo, son pocos los que obedecen y han vivido de acuerdo con el carácter de Su palabra.
Y por eso, muchos incluso se han decepcionado con la iglesia o con las personas que se dicen cristianas, porque esas personas están más preocupadas por hacer su propia voluntad que por exhalar el perfume de Cristo.
Sin embargo, no podemos usar la fe que Dios ha puesto en nuestro corazón solo en beneficio propio, sino también en aquellos que lo necesitan; de lo contrario, el perfume de Jesús queda sin olor en la vida de los que aún no tienen Su carácter.
Jesús dijo: “…al que a Mí viene, no lo echo fuera.” (Juan 6:37) Es verdad; sin embargo, la mayoría de las veces es el carácter de la propia persona el que la aparta de Dios, porque quiere centrarse en su propia vida y hacer su propia voluntad.
Cuando yo era soltero, hacía lo que quería, pero, después de que me casé, no pertenezco más a mí mismo, y no puedo más vivir la vida de soltero, estando casado.
Así es con el Señor Jesús. A partir del momento que Lo aceptamos, nuestra vida es entregada totalmente a Dios y, por lo tanto, no podemos centralizar nuestros pensamientos en nuestra vida, sino en el Señor Jesús.
Vivir la vida cristiana es manifestar la obra de Dios, tener el comportamiento y el carácter de acuerdo con Su Palabra. No debemos hacer más nuestra voluntad, sino vivir según Su voluntad, para agradarlo.
Así, pasamos a exhalar Su perfume, y las demás personas, al verlo en nosotros, lo desearán.
Nuestro yo, nuestra carne, tienen que subyugarse. La Biblia dice que la carne milita contra el Espíritu y que hay un conflicto muy grande, porque se oponen entre sí (Gálatas 5:17). Los que tienden a obedecer a la carne, tienden hacia la muerte espiritual, y los que se inclinan hacia el Espíritu, se inclinan hacia la vida eterna.
Ser cristiano no es fácil, pues tenemos que renunciar a nosotros mismos. Muchas veces, somos nuestro peor enemigo.
Tal vez usted me pregunte: “Pero, obispo Macedo, ¿qué tengo que hacer para cambiar?” Yo le aconsejo, si usted está viviendo entre la voluntad de Dios y la voluntad de su carne, que se bautice en las aguas, pues solo cuando nuestro yo está sepultado es que podemos exhalar el perfume de Cristo.
“Pero, yo ya fui bautizado…” Yo sé, el bautismo debe ser uno solo. Pero si su bautismo anterior no sirvió de nada, si continua siendo el mismo, mientras su carne y su vieja naturaleza no estén verdaderamente sepultadas, usted debe bautizarse nuevamente.
De lo contrario, usted entra en las aguas del bautismo como un pecador seco y sale como un pecador mojado, pues siendo un cristiano carnal es imposible agradar a Dios.
Cuántas veces Él habla, pero usted no oye, ¡porque no tiene la madurez suficiente para escuchar Su voz!
Por lo tanto, siempre debemos hacer un análisis de nuestro comportamiento frente a Dios y a los demás, para que hagamos Su voluntad y exhalemos verdaderamente a través de nuestra vida, el buen perfume de Cristo.
Por el obispo Edir Macedo, ¡Que Dios los bendiga abundantemente!